lunes, 31 de marzo de 2014

Te quiero

Esta entrada del blog quiero que sea la más querida por mi. Aqui quiero dejar algunos sentimientos más de los que ya he puesto en algunas otras entradas.

Yo siempre he pensado que un padre y una madre merecen de por sí el máximo agradecimiento y amor que se pueda dar en la vida porque nos han dado la vida y nos han criado. Salvo casos especiales, lo han hecho al menos con la mejor intención y de la manera más entregada posible. En mi caso, han superado con creces ese mínimo, por lo que no puedo dejar de quererlos y de agradecerles tanto.

Recuerdo a Mamá desde muy pequeño como mi alma gemela, esa mujer dulce y serena que me hacía sentir tan bien y me protegía siempre que lo necesitaba. Yo creo que aparte de la relación madre-hijo, a veces existe un vínculo especial que no se puede describir y que se lleva en el corazón toda la vida. Recuerdo cuando tenía 7 u 8 años, y acababa el verano, yo estaba ayudando a secar los cubiertos con ella, y me decía que me iba a echar de menos cuando entrara de nuevo en el colegio, y yo me ponía a llorar. Cuando la acompañaba los días de verano a comprar por la barriada de los Naranjos, e íbamos al centro a comprar a la plaza de abastos o a hacer otras gestiones. Para mi era lo más especial del verano; compartir con ella esas mañanas, con alguien tan cariñosa y entregada, tan serena, tan cercana a mi.

Cuando se puso malita y tuvo que pasar unos días en el Hospital de Sevilla y yo tenía unos 10 años, esa noche se fue a la cama antes de lo normal, sin quejarse. Yo me acerqué y me decía solo que tenía hormiguillas. Pero no decía nada para no molestar ni exageraba sus problemas.

Siempre te levantaste antes que toda tu familia y te acostabas despues de todos, salvo los últimos años en que Papá, jubilado, se empezaó a levantar a las 6:00.

Me alegro tanto de haberte dado un segundo nieto! Creo que has disfrutado mucho de Minerva. Y ella te quiere tanto! Algun día sabrá que te ha pasado y por qué ya no te ve como antes, al menos 2 veces por semana. Le dabas tanto a ella que no paraba de recordarte en casa y siempre quería ir a verte.

Quiero que esta separación física me sirva para transformar mi vida para siempre, en las pequeñas cosas y en las grandes quizas. Llevo mucho de ti que puede verse claramente. Aparte de tus ojos (el espejo del alma) y otras características físicas, tu caracter tranquilo externamente y tu forma de comportarme ante distintas situaciones. Será por eso que te valoro tantísimo. Aunque creo que no es mi prisma sino la realidad de tu ser la que me ha dejado huella para siempre y así lo hará en los demás que te conocieron, y en tu nieta Minerva de ti misma y de lo que yo llevo de ti.

Aun siento tu mano izquierda en la cama del hospital agarrada a la mía antes de dormir y los besos que me dabas al llegar y al irme, con esa sonrisa tan maravillosa. Y la despedida 2 días antes desde la ventana cuando yo esperaba el autobús para volver a casa. Yo no paraba de decirte adiós con las manos y tu hacías lo mismo, como siempre; como cuando ibais a despediros de Minerva y de mi en el tren, desde el andén. Y cuando me acompañabais a coger el coche para irme a casa de vuelta con Minerva, y me dabas tu bendición preciosa por la ventanilla. Y cuando me llamabas siempre para ver si habíamos llegado bien, y nos deseabamos buenas noches.

Y tus calditos para Minerva siempre preparados, y tantas otras comidas buenísimas que hacías, aunque estuvieras mala. Esa fortaleza y entrega en silencio. Y tus juegos con ella aunque estuvieras cansada. Y ......




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